lunes, 9 de marzo de 2009

Movida 26: Crónicas desde la Costa Marrón (V) Hoy no es un día cualquiera.

— ¡Dios mío, los nazis han tomado la ciudad! —Gritó Concha. Una señora que esta mañana iba tan tranquila en el Cercanías leyendo su Pronto de camino a Humanes.

José Francisco, un dominicano que se baja en la estación del centro porque tiene que ir a recoger un móvil nuevo al Carrefour, alertado por los gritos de doña Concepción, interrumpe su sueño, mira por la ventana y no puede creer lo que ve. No sabe qué puede estar pasando pero es real, porque está pasando: hordas de habitantes abandonan la ciudad campo a través.

Forman decenas de manadas. Hay mujeres, niños, ancianos, hombres e, incluso, animales.

¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!

Están aterrados. Ella por el recuerdo de lo que padecieron sus padres cuando a penas levantaba dos palmos del suelo, él por la contemplación del espanto por el que decidió salir de su país.

Es como si un nuevo castigo divino condenase a toda esa pobre gente a vagar sin rumbo por los siglos de los siglos.

De pronto, una estruendosa voz metálica saca de tan místicos pensamientos a nuestros dos pajaritos temblorosos, “Próxima parada: La Serna”

Ambos se miran y, aunque no se conocen de nada, buscan consuelo y fuerza el uno en el otro. No saben qué hacer. Puede que, aun no siendo ésta su parada, lo más sensato sea apearse. Quién sabe, a lo peor, su empecinamiento por seguir avanzando sólo les conduzca al corazón de la guerra.

Decidido. Concha mete su revista en la bolsa de Harrods que le trajo su hija del viaje de fin de curso y se dice a sí misma, por lo bajini, que pase lo que tenga que pasar.
José Francisco, que hasta hoy se creía mucho más valiente, hará lo que haga Concha. Lo que sea con tal de no quedarse solo en ese vagón. Lo que sea.

El tren entra en el apeadero. Va reduciendo la velocidad poco a poco, poco a poco, hasta que se detiene completamente. Los dos toman aire y José presiona el botón que abre la puerta. Pie a tierra y, ya lo dijo Concha, que pase lo que tenga que pasar.

Siguen sin entender. ¿Acaso el mismo miedo les paraliza la razón? Puede. Lo mejor será preguntarle a alguien, a cualquiera, a… ¡a esos adolescentes que están allí sentados, rápido!

—¿Pero qué cojones dices de nancis, vieja? ¡Anda, no me rayes y déjame en paz!
¡Mecagoenlaputa, ya nos quieren joder hasta EL DÍA DE LA TORTILLA!


9 de marzo. Santa Juana.
Hoy es el fucking Día de la Tortilla, tíos. Una de las pocas tradiciones fuenlabreñas que aún se conservan (junto con las peleas a puñetazos u hostias y el uso injustificado del chándal las 24 horas del día).

La cosa, que se viene celebrando desde hace cienes de años, consiste en hacerse una tortilla y comérsela en los terruños que rodean Fuenlabrada. Ya.

Claro, visto así, la festividad queda pobre. Y eso no lo podemos tolerar.

9:00 a.m.
Suena la alarma del móvil de Johnny (en realidad se llama Juan, como su padre). Que, tras cagarse en la puta madre del cacharro, recuerda por qué madruga hoy lunes.
— ¡Hostia, es verdad, es el Día de la Tortilla!

Jonnhy sale de la cama, mea, se tira cuatro pedos mañaneros y abre el armario para coger su mejor chándal. Uno blanco de Nike igualito-igualito al que lleva Cristiano Ronaldo, que hace que todas las pibas estén por él.

Antes de salir a la calle, parada y fonda en la cocina.
—Maaama, ¿me has metido los bocatas en la mochila? Venga, cojones, que el Juanlu me está esperando donde el Caprabo.
—En la puerta te la he dejao. Y, escucha, luego yo iré con las vecinas y cómo os vea bebiendo, voy para ti y te parto la cara. ¿Me entiendes lo que te quiero decir, eh? ¿Me entiendes o no me entiendes?
— ¡Qué si, joder!

Ahí va Johnny de blanco inmaculado como el caballo de Santiago camino del Caprabo en busca de su colega Juanlu.

—Johnny, malas noticias. El Caprabo está chapao porque pone que hoy es fiesta y que no abren. A ver qué cojones hacemos ahora para pillar el kali y los Doritos.
—Relaja, Juanlu. Vamos al chino de mi barrio, que esos no cierran nunca.

Johnny es un tipo frío que no se asusta por nada.

Llegan “al chino” (lo que antes llamábamos “Tienda de frutos secos”, ¿os acordáis?) y compran lo que tienen que comprar: vino, Coca-Cola, cerveza, un saco de hielo, dos vasos de mini, tres paquetes de Fortuna, una bolsa de Pelotazos, otra de Doritos Tex-Mex, cuatro chicles de clorofila y un nicho en el cementerio para cuando al chino se le hinchen los cojones de que unos niñatos de mierda le vacilen todos los putos días.

— ¿Está todo? Bueno, luego te pago mi parte que ahora no tengo suelto. Venga, arrea que nos están esperando.

Y los dos amigos se mezclan en una riada de señoras, señores, niños y mayores que, pertrechados con mochilas y gorras promocionales, salen de la ciudad.

— ¡Como esté el gilipollas del año pasado le abro la puta cabeza! —Dice Johnny, que tiene tanto de frío como de rencoroso.
—No creo que tenga cojones…
—Oye, ¿has traído el balón?
—Sí.
— ¿Y costo?
—Sí, una bellota, ¿por?
—Porque te podías hacer un joint.

Ya ves, Johnny que suspendió con un “muy deficiente” el inglés ahora va de bilingüe.

—Oye, Johnny, ¿y dónde hemos quedao?
—En el apeadero, con los colegas del Pelu. Los del insti de La Serna. Y date prisa que vamos tarde.
—Johnny…
— ¿¡Qué, cojones, qué!?
— ¡Joder, macho, que estoy hasta el nardo de cargar con las putas litronas!
—Pues te jodes.

Y aún no son las 10 y ellos ya esperan sentados en el bordillo de la acera del apeadero.

De pronto, justo cuando Johnny está a punto de darle la primera calada del día a su smokin filter, una señora se acerca llena de angustia vital:

— ¡Chavales, chavales! ¿¡No sabréis si los nazis están tomando la ciudad?



A mis amigos tortilleros y tortilleras. Ellos saben quiénes son.

3 comentarios:

  1. Señor Daniel veo que te estás puliendo el cobre. Sigue así, que por aquí tienes lectores fieles.
    Un saludo!

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  2. Gracias, misterioso "Libre Pensador"

    Agradecería alguna pista más!

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  3. Visto así... pero.... y lo que molaba!!!!!

    jajajaja... En unos años te veo presentando el libro al completo.

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