jueves, 26 de noviembre de 2009

Movida 60: Rimembar (II) Ábrete Sésamo


Hubo un tiempo en el que todo lo que una persona debía saber no estaba en Internet porque (que dejen de leer aquí los más impresionables) ¡Internet no existía!
Era otra época en la que algunos dinosaurios aún campaban a sus anchas por esas zonas de tu ciudad de las que tus padres te han dicho más de mil veces: “¿Ves aquello de allí al fondo? Pues antes, todo eso era campo”.

Bueno, pues en ese tiempo, los niños del pasado, al no haberse aprobado aún la reforma educativa que creó la E.S.O., teníamos sed de conocimientos de complejidad nula, llena de dibujos explicativos y textos con la letra bien gorda. Éramos así, qué pasa.

Y los americanos, que son más listos que el tipo más listo que tú conozcas (a menos que sea americano, claro), se dieron cuenta de eso y de nuestro potencial para sacarle los cuartos a los papis y, con esto en la cabeza, crearon la Wikipedia 0.0. Lo que pasa es que, para aquel entonces, el nombre era feo y prefirieron llamarla ENCICLOPEDIA ÁBRETE SÉSAMO. Guay.

Como sabían que darnos todo el saber “así, de sopetón” podría arruinar nuestros tiernos sesos, prefirieron ir dosificando las entregas por semanas. De esta forma, mataban dos pájaros de un tiro: el chorreo de pasta se disimulaba y, además, nos ayudaban a potenciar el único arma útil de “los sin buena suerte”, la constancia.

Así, semana tras semana, iban llegando al kiosco los tomos nuevos. Desde la A hasta la Z, incluidas las denostadas CH y LL y pasando muy rapidito por la limitada W (¿qué palabra de interés empieza por esta letra? ¿Waku, Waku?)

Y casi todos aderezados con regalitos (puro y salvaje marketing para agarrarnos por los cataplines). De los cuales sólo recuerdo la pelota azul que venía con el número uno (actualmente en mi casa), una especie de repisilla roja que daban a cachos para colocar la colección al final (hoy rota) y un juego de acuarelas que se secaban a toda velocidad (secas today, claro).

En cualquier caso, aún sin las sorpresitas, la obra tenía valor en sí misma. Contenía más enseñanzas que la Biblia y todos los libros de Teo juntos: poesías, manualidades varias (cuando pases cerca de la Plaza Mayor de Madrí y veas a un tipo que hace ceniceros con latas de refresco, no le preguntes que quién le enseñó a hacer eso porque lo más seguro es que te diga: Don Pimpón), dibujos de los personajes, cómo dibujar tú a los personajes (de nuevo el concepto Ikea) y un larguísimo etcétera (Nota del autor: “un larguísimo etcétera” realmente significa “alguna cosa más que ahora no me acuerdo”) que la convirtieron utomáticamente en la referencia cultural definitiva de toda una generación de niños que, a día de hoy, aún no hemos sido capaces de vender ni una sola escoba.

A ver si los chavales de Los Lunnis tienen más suerte…

4 comentarios:

  1. yo conservo esos libros como oro en paño!!!
    qué tiempos, cuanta lágrima maldición!

    ResponderEliminar
  2. pues tuviste mucha suerte (en esto tambien incluyo el cinexin)xq a mi solo me compraron uno, eso sí todavia recuerdo que si mezclas el azul con el amarillo hace verde entre muchas otras combinaciones... siempre hubo clases, hasta en fuenla!!

    ResponderEliminar
  3. Fíjate que con un sólo libro ya recibiste una lección importantísima para la vida.

    Aún hoy, aunque parezca mentira, te puedes encontrar con gente a la que le dan un par de Plastidecores y no saben qué hacer con ellos.
    Una vergüenza, vamos.

    ResponderEliminar
  4. Ay, yo aprendí muchísimas cosas con esta enciclopedia, que aún guarda mi hermano en su habitación. Y la pelota azul... bueno, yo no sé qué fue de ella, pero la recuerdo. Azul Monstruo de las Galletas era el color.

    Y lo que me gustaba a mí era hacer galletas y la manualidad en la que podías hacer un Coco a tu medida...

    Ay, qué recuerdos más chachis, como me gusta hacer rimembar...

    ResponderEliminar