
En mi barrio, al igual que en aquella España en la que nunca se ponía el sol, hay una cosa de la que tenemos más que nadie: oro.
Si se fundieran todos los sellos, cadenas, nomeolvides, pulseras, pendientes, anillos, piercings, brazaletes, colgantes, relojes y dientes; superaríamos, de largo, a las reservas que tiene el Banco de España.
Eso lo sé yo, lo sabes tú (véase la Movida 13) y las casas de empeño también lo saben.
Jodida crisis…